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4 de julio de 2021

 

La revolución que dejó todo como estaba y no tanto

El Mayo francés transformó ideas y valores morales, pero no cambió el poder ni el sistema.

 
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Mayo francés. Policías reprimen una manifestación en el barrio Latino de París, el 6 de mayo de 1968.Foto: AFP

El Mayo francés se instituyó como un acontecimiento que sacudió la vida política y social de Francia durante la primavera boreal de 1968, en el marco de la convulsionada década del 60 a nivel mundial. El 68 fue un año con grandes sucesos que tuvieron como denominador común, el protagonismo político de masas, tanto en revueltas sociales como en crisis de regímenes de distinto signo ideológico. 

Sucedieron a lo largo de todo el mundo, pero algunos fueron más conocidos. Podemos señalar algunos como la masacre de estudiantes en la plaza de las 3 culturas de Tlatelolco, en México DF, la feroz ofensiva del Tet en la guerra de Vietnam, los conflictos ocurridos en la China de Mao a causa de la Revolución Cultural, la efímera primavera democrática de Praga, aplastada por los tanques del Pacto de Varsovia; las luchas en las calles de Irlanda del Norte entre republicanos y unionistas, y también las protestas estudiantiles en Río de Janeiro contra la dictadura militar instalada en el 64. Argentina no fue la excepción, porque la violencia política y social crecía, a la par del aumento de la represión por la dictadura de Onganía en los tiempos previos al proceso que tendría su punto culminante en el Cordobazo de 1969.  

"El ensayo general revolucionario más influyente y menos exitoso ocurrió 
en Francia"

DAVID DUSSTER
PERIODISTA

“El ensayo general revolucionario más influyente y menos exitoso ocurrió en Francia y, sobre todo en París, entre mayo y junio de 1968. Una revuelta que no perseguía llegar al poder sino cambiar la sociedad, un movimiento para reivindicar más libertades en la esfera privada que cuestionó la esfera pública. Nadie lo intuyó, nadie pudo detenerlo” (Dusster, 2018). David Dusster, en una extensa nota publicada en el diario La Vanguardia, a 50 años del Mayo francés, resume la tensión en el análisis y la potencia simbólica que tuvo la revuelta obrera – estudiantil iniciada en la Universidad de Nanterre, a las afueras de París en la primavera.

En 1968, la política gala continuaba dominada por las elites liberales y socialistas que sostuvieron la lucha contra Alemania en el exilio de la Francia Libre desde 1940, y que al final emergieron triunfadoras de la Segunda Guerra Mundial en el bando aliado, combatiendo al Eje y al gobierno de Vichy encabezado por Pétain.

Paradójicamente, estas mismas elites políticas (junto a los militares), se mancharon las manos de sangre en las prolongadas guerras coloniales: especialmente en Indochina y Argelia. Inventaron la tesis militar de la guerra asimétrica e introdujeron la utilización del terrorismo de Estado contra la población civil para combatir al enemigo sin línea del frente.Trágicamente, exportaron estos conceptos a Latinoamérica.

Por tanto, no vieron venir un movimiento que sacó del letargo a la intelectualidad francesa de izquierda, heredera de tradiciones eruditas de la French Theory, justo en plena ebullición del estructuralismo como paradigma hegemónico de la teoría social, y que la puso en primera línea de la lucha en las barricadas parisinas, junto a los obreros del cinturón industrial de la capital francesa.

La unidad obrero-estudiantil fundió las diferencias de clase, acercando a obreros calificados y no tanto, con la intelectualidad de izquierda mayormente de clase media. También participaron escritores, artistas, periodistas y la bohemia de una metrópoli que continuaba siendo un faro cultural imponente, a pesar de que la vanguardia empezaba a emigrar a otras metrópolis como Nueva York, epicentro del novedoso pop art. Dos mundos que, por muchas décadas, se movieron como compartimientos estancos, confluyeron en un reclamo que fracturó el statu quo del Estado de bienestar francés.

Ambos estamentos sociales, se redescubrieron políticamente en una relación horizontal, que no dio tiempo a formalizar estructuras de organización porque se desarrolló espontáneamente en las calles y barricadas del barrio Latino. La mujer emergió como un nuevo actor en la política, en medio de una sociedad francesa profundamente patriarcal y autoritaria, sobre todo en el interior profundo del país.

El Mayo francés fue la explosión del descontento de una juventud desalentada, plasmado en cientos de frases y grafitis, (quizás los más famosos fueron: “La imaginación al poder” y “Seamos realistas: pidamos lo imposible”) los cuales quedaron para la posteridad. El conflicto condensó la lucha de una juventud inconformista que no quiso mirar para otro lado, las injusticias y desigualdades, y se sintió protagonista de su tiempo, pero a la larga no obtuvo cambios sociales significativos. 

El movimiento contracultural conmovió las bases de la Quinta República, tomando consignas del conflicto por los Civil Rights en EE. UU., la condena a la guerra de Vietnam, la Revolución Cultural de Mao, un marxismo revisitado por intelectuales contemporáneos como Marcuse, a la que podemos sumar una explosión de la libertad sexual y creativa cultural en el mundo occidental, traumado por la Guerra Fría que mantenía al mundo en vilo, pendiente de que nadie apretara el botón rojo. 

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